Está claro que la tecnología tiene un papel clave para mejorar la atención al paciente, pero el aumento de dispositivos conectados y de soluciones inteligentes para gestionar entornos sanitarios también conlleva una serie de riesgos en materia de ciberseguridad. Desde el comienzo de la pandemia, los ciberdelincuentes han centrado sus ataques en hospitales, clínicas, instalaciones de investigación y farmacéuticas buscando un rédito económico. Son infraestructuras críticas que manejan gran cantidad de información sensible y que cualquier brecha de seguridad o ataque provoca un gran impacto en la actividad asistencial.
Esa repercusión se ha visto en el reciente ataque ransomware al Hospital Clínic de Barcelona que obligó a paralizar sus servicios de urgencias y cirugía. También en los ciberataques a la empresa Keralty, dueña de EPS Sanitas de Colombia con 48 centros médicos propios, o a la estadounidense CommonSpirit que opera en 140 hospitales de todo el país. Son solo algunos de los numerosos ejemplos que corroboran que el sector sanitario es el tercero más atacado, tras la educación y los gobiernos, y el que contabilizó un mayor incremento de ciberataques en el año 2022.
¿Qué puede facilitar un ataque?
Desde hace más de una década el sector sanitario sigue siendo el que más costes genera por brechas de seguridad, con una media de 10,10 millones de dólares por incidente, según el informe Cost of a Data Breach Report de IBM.
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