¿En qué punto se encuentra realmente el desarrollo de la inteligencia artificial? ¿Son reales las expectativas generadas en torno a esta tecnología? ¿Cuáles son las aplicaciones con mayor utilidad? ¿Pueden ser estos modelos éticos? Son algunas de las preguntas que responde Ramón López de Mántaras, pionero en la investigación en modelos de IA en España y en Europa. El fundador del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) analiza el impacto real de esta tecnología tanto en las personas como en las organizaciones en una entrevista para el episodio del podcast de Cuatroochenta Cuidado con las macros ocultas: ‘El problema de la IA es el Dr. Frankestein’.
López de Mántaras lleva más de 40 años investigando esta tecnología, desde que en 1976 consiguió que una mano robótica llena de sensores fuera capaz de reconocer objetos de diferentes formas. Ahora existen muchas herramientas capaces de mejorar la eficiencia y la productividad. En un momento que se ha bautizado como “el verano de la IA”, el científico repasa en esta entrevista su evolución hasta la explosión actual de los sistemas de inteligencia artificial generativa (IA Gen). Aunque se apunte como una de las tendencias tecnológicas de este año, las principales consultoras vaticinan que aún no tendrá un impacto directo en las inversiones IT de las organizaciones.
La IA general: una utopía tecnológica
Como defiende desde hace tiempo, el investigador se muestra escéptico sobre la posibilidad de lograr una inteligencia artificial general, capaz de aprender, comprender y razonar, de una forma similar a la inteligencia humana. Rechaza las hipótesis que señalan que la IA generativa, popularizada en el último año por sistemas como Chat GPT, se acerca hacia ese objetivo. Asegura que los actuales modelos de inteligencia artificial “no entienden absolutamente nada” ya que carecen de habilidades de comprensión.
Precisamente, el científico utiliza este argumento para rechazar el “tecnosolucionismo”. Defiende que muchos de los grandes problemas actuales, como el cambio climático, requieren de comprensión y sentido común, cualidades ausentes en las máquinas por ahora. Los sistemas de IA serán una herramienta más que ayude a solucionar estos grandes retos. Según explica en la entrevista, “como ha pasado en ocasiones anteriores, se están lanzando expectativas exageradas”, incluso por parte de expertos, alrededor del impacto de esta tecnología generando confusión y “temores infundados”.
Brecha entre expectativas y realidad en las empresas
“Ayudar a tomar mejores decisiones”. Para Ramón López de Mántaras es el denominador común que tienen todas las herramientas de inteligencia artificial actuales. Y el campo donde esta asistencia es más visible y tiene un mayor impacto, según el investigador, es la salud, tanto en “el diagnóstico, pronóstico y tratamiento como en el diseño de fármacos y vacunas”.
Aunque hay grandes empresas de sectores como la energía o el transporte que han apostado firmemente por incorporar esta tecnología para optimizar procesos, realmente el porcentaje de compañías que la están utilizando de manera sostenida es bajo. En España, por ejemplo, está implantada en el 11,8% de las empresas, según los últimos datos publicados por el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI). A parte de este abismo entre las expectativas y la realidad, López de Mántaras destaca la falta de perfiles profesionales especializados en IA como una de las principales limitaciones en el desarrollo de esta tecnología.
El 'gap' entre el desarrollo de la IA y la regulación
El científico, referente en la investigación en IA, asegura que el nuevo Reglamento de Inteligencia Artificial de Europa, conocido como AI Act, supone un avance con “muchos aspectos positivos”. Destaca que Europa lidere la regulación con la primera ley integral del mundo, aunque reconoce que hay puntos que no le acaban de gustar, como que no mencione nada sobre su uso en temas militares. Recuerda que queda mucho trabajo por delante ya que en los próximos dos años debe ser aprobada por cada uno de los países y, posteriormente, por el Parlamento Europeo. A pesar de que reconoce que es normal que el desarrollo tecnológico vaya por delante de la regulación, “el problema es cuando ese gap se va ampliando y eso es lo que me temo que está pasando”.
Y aunque Europa ya tenga una normativa sobre la mesa, advierte de los desafíos éticos que plantea esta tecnología. “Las máquinas no son agentes morales, lo somos nosotros”, manifiesta López de Mántaras durante la entrevista, en la que insiste en que la ética debe ser responsabilidad de los “desarrolladores y científicos que hacen las aplicaciones”.